domingo, 12 de abril de 2015

De normas incoherentes... y decisiones imposibles. La enseñanza de la Filosofía en Primero de Bachillerato



Revisando el Proyecto de Currículo que acaba de publicar la Consellería de Educación de la Xunta de Galicia, mi ánimo va convirtiéndose, poco a poco, en un estado semidepresivo. Dos sesiones semanales deben de servir para impartir unos contenidos que no se imparten ni en la Facultad de Filosofía a lo largo de 4 años de estudio de Grado. Dos sesiones semanales significan recordemos unas 25 o 26 sesiones de aula en el primer trimestre (el más extenso con 13 semanas sin descontar festivos, ni evaluaciones, ni fechas de exámenes), en el segundo trimestre las sesiones se reducen generalmente a unas 18-19 (aproximadamente 10 semanas, dependiendo de lo que disponga el calendario eclesiástico), y en la tercera evaluación lo mismo. Y, en ese tiempo tenemos, no sólo que enseñar un temario que desarrolla nada menos que 37 tópicos, sino también enseñar herramientas de trabajo como composiciones, comentario de textos, desarrollo de mapas conceptuales, debate de dilemas, disertaciones orales... Por no hablar de los textos de lectura que se proponen, hasta 38 sin contar los textos añadidos de otras áreas entre los cuales se citan a Calderón de la Barca, Pío Baroja, A. Machado, Voltaire, Goethe, Sartre, Unamuno, Borges o Camus.

Algo anda mal en las competencias de nuestros políticos, la matemática desde luego es deficiente. Si sumamos el número de sesiones posibles (y debemos tener en cuenta que tenemos que hacer exámenes, que siempre hay actividades extraescolares o actividades organizadas por los departamentos que interrumpen este proceso) dan un total de entre 60 y 64 sesiones de aula (de 50 minutos). Sólo pensar en explicar los tópicos, sin interacción con el alumnado, sin corrección de tareas, sin enseñar herramientas de trabajo, sin leer textos, corresponderían aproximadamente 2 sesiones por tópico en el mejor de los casos... Desolador porque eso reduciría la enseñanza a la disertación del profesor o profesora, alejada de los problemas de comprensión del alumnado, sin relación con sus inquietudes ni con sus problemas lectores, ni con las dificultades de aprendizaje que puedan tener.
Volvemos a estar en el principio, en un ciclo infinito como Sísifo empujando la piedra de nuevo, cuando ya creíamos haber conseguido alcanzar alguna cumbre. Muchos estaréis pensando que, al fin y al cabo, los temarios no se imparten nunca completamente, que cada profesor decide lo que debe impartir. Es verdad que la Filosofía, en primero de Bachillerato, siempre tuvo que recortar un temario monstruoso para poder preservar un "cierto amor por la Filosofía", para preservar la posibilidad de aprender a pensar de la manera sosegada que predican los preámbulos a las leyes de educación y la introducción a la materia, sinembargo esta decisión del profesor recaerá directamente sobre un alumnado qué deberá examinarse, al final del Bachillerato, de una troncal con unos contenidos iguales para todo el Estado, pero que en Galicia no podrán impartirse en su totalidad o bien no podrán ser asimilados por el alumnado. Sospecho que el fracaso en la prueba se hará recaer, después de todo, sobre la actividad didáctica del profesorado porque finalmente a él compete la decisión final en el trabajo de aula. En el caso que nos ocupa no habrá decisión buena: o se imparte la totalidad del currículo prescindiendo de trabajar la comprensión por parte del alumnado, o se decide bajar a la realidad de las aulas y hacer comprensible una parte del currículo, en ambos casos el alumnado pierde y el profesorado fracasa.

Pero los tópicos del currículo y los autores propuestos para la lectura también merecen crítica aparte. Tendremos que leer a unos 20 autores en monodosis, sin que se comprenda su contexto, ni el origen de las ideas textos de autores que están muy alejados de las capacidades del alumnado de primero de Bachillerato. Leer a Platón, Aristóteles, Descartes o Kant son tareas que precisan tiempo, por el vocabulario, por las ideas que proponen, muy alejadas de la vida ordinaria de nuestro alumnado pero, además leer la Serres, Adorno, Casirer o Poincaré parecen tareas más propias de un estudiante universitario que de un estudiante que acaba de terminar 4º de ESO.
Por si aún no estabais suficientemente abrumados, pensad que durante este espeso curso, nuestro alumnado tendrá además qué ser capaz  de aplicar todo lo aprendido a un proyecto de empresa personal. Desde luego pedimos a alumnos de 16-17 años, no sólo que piensen en tener empresas personales, sino que sean capaces  de aplicar unos contenidos difícilmente comprendidos a un proceso que no comprenden y  sin unas motivaciones claras, sin tener en cuenta que no hay profesor que pueda enseñarte eso. Por no hablar de que los contenidos filosóficos y sus reflexiones pueden ayudar en la vida de los individuos, pero no fueron pensados para la creación de empresas, ni la formación de un filósofo incluye ese aprendizaje en su formación universitaria.
La conclusión está clara, proponen una imposibilidad para que el resultado de nuestra acción didáctica sea un fiasco y eso dé argumentos para eliminar la materia definitivamente de las aulas. En la lucha contra esta decisión los que creemos que la Filosofía tiene algo que aportar al alumnado de secundaria llevamos claramente las de perder, es una lucha desigual. Lástima que las víctimas colaterales de este "tour de fuerce" tengan que ser los alumnos y alumnas, presentes y futuros.

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