Revisando el Proyecto
de Currículo que acaba de publicar la Consellería de Educación de la Xunta de Galicia, mi ánimo va convirtiéndose, poco a poco,
en un estado semidepresivo. Dos sesiones semanales deben de servir para
impartir unos contenidos que no se imparten ni en la Facultad de Filosofía a lo
largo de 4 años de estudio de Grado. Dos sesiones
semanales significan recordemos unas 25 o 26 sesiones de aula en el primer
trimestre (el más extenso con 13 semanas sin descontar festivos, ni
evaluaciones, ni fechas de exámenes), en el segundo trimestre las sesiones se
reducen generalmente a unas 18-19 (aproximadamente 10 semanas, dependiendo de
lo que disponga el calendario eclesiástico), y en la tercera evaluación lo
mismo. Y, en ese tiempo tenemos, no sólo que enseñar un temario que desarrolla
nada menos que 37 tópicos, sino también enseñar herramientas de trabajo como
composiciones, comentario de textos, desarrollo de mapas conceptuales, debate
de dilemas, disertaciones orales... Por no hablar de los textos de lectura que
se proponen, hasta 38 sin contar los textos añadidos de otras áreas entre los cuales
se citan a Calderón
de la Barca, Pío Baroja, A. Machado, Voltaire, Goethe, Sartre, Unamuno, Borges
o Camus.
Algo anda mal en las competencias de nuestros políticos, la matemática desde luego es deficiente. Si sumamos el número de sesiones posibles (y debemos tener en cuenta que tenemos que hacer exámenes, que siempre hay actividades extraescolares o actividades organizadas por los departamentos que interrumpen este proceso) dan un total de entre 60 y 64 sesiones de aula (de 50 minutos). Sólo pensar en explicar los tópicos, sin interacción con el alumnado, sin corrección de tareas, sin enseñar herramientas de trabajo, sin leer textos, corresponderían aproximadamente 2 sesiones por tópico en el mejor de los casos... Desolador porque eso reduciría la enseñanza a la disertación del profesor o profesora, alejada de los problemas de comprensión del alumnado, sin relación con sus inquietudes ni con sus problemas lectores, ni con las dificultades de aprendizaje que puedan tener.
Volvemos a estar en el
principio, en un ciclo infinito como Sísifo empujando la piedra de nuevo,
cuando ya creíamos haber conseguido alcanzar alguna cumbre. Muchos estaréis
pensando que, al fin y al cabo, los temarios no se imparten nunca
completamente, que cada profesor decide lo que debe impartir. Es verdad que la
Filosofía, en primero de Bachillerato, siempre tuvo que recortar un temario monstruoso
para poder preservar un "cierto amor por la Filosofía", para
preservar la posibilidad de aprender a pensar de la manera sosegada que
predican los preámbulos a las leyes de educación y la introducción a la
materia, sinembargo esta decisión del profesor recaerá directamente sobre un
alumnado qué deberá examinarse, al final del Bachillerato, de una troncal con
unos contenidos iguales para todo el Estado, pero que en Galicia no podrán
impartirse en su totalidad o bien no podrán ser asimilados por el alumnado.
Sospecho que el fracaso en la prueba se hará recaer, después de todo, sobre la
actividad didáctica del profesorado porque finalmente a él compete la decisión
final en el trabajo de aula. En el caso que nos ocupa no habrá decisión buena:
o se imparte la totalidad del currículo prescindiendo de trabajar la
comprensión por parte del alumnado, o se decide bajar a la realidad de las
aulas y hacer comprensible una parte del currículo, en ambos casos el alumnado
pierde y el profesorado fracasa.
Pero los tópicos del currículo y los autores propuestos para la lectura también merecen crítica aparte. Tendremos que leer a unos 20 autores en monodosis, sin que se comprenda su contexto, ni el origen de las ideas textos de autores que están muy alejados de las capacidades del alumnado de primero de Bachillerato. Leer a Platón, Aristóteles, Descartes o Kant son tareas que precisan tiempo, por el vocabulario, por las ideas que proponen, muy alejadas de la vida ordinaria de nuestro alumnado pero, además leer la Serres, Adorno, Casirer o Poincaré parecen tareas más propias de un estudiante universitario que de un estudiante que acaba de terminar 4º de ESO.
Por si aún no estabais
suficientemente abrumados, pensad que durante este espeso curso, nuestro
alumnado tendrá además qué ser capaz de
aplicar todo lo aprendido a un proyecto de empresa personal. Desde luego
pedimos a alumnos de 16-17 años, no sólo que piensen en tener empresas
personales, sino que sean capaces de
aplicar unos contenidos difícilmente comprendidos a un proceso que no
comprenden y sin unas motivaciones
claras, sin tener en cuenta que no hay profesor que pueda enseñarte eso. Por no
hablar de que los contenidos filosóficos y sus reflexiones pueden ayudar en la vida
de los individuos, pero no fueron pensados para la creación de empresas, ni la
formación de un filósofo incluye ese aprendizaje en su formación universitaria.
La conclusión está
clara, proponen una imposibilidad para que el resultado de nuestra acción
didáctica sea un fiasco y eso dé argumentos para eliminar la materia
definitivamente de las aulas. En la lucha contra esta decisión los que creemos
que la Filosofía tiene algo que aportar al alumnado de secundaria llevamos
claramente las de perder, es una lucha desigual. Lástima que las víctimas
colaterales de este "tour de fuerce" tengan que ser los alumnos y
alumnas, presentes y futuros.
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